El plagio como una mentira que construye la realidad

El plagio no pasa de ser un robo, si bien es una sustracción muy particular porque se pretende que lo robado pase a formar parte de lo que nosotros somos. Cuando se plagia se puede ser consciente en mayor o menos medida de lo que se hace pero simplemente el hecho de presentarse como autor ya hace que se distorsione la realidad. Las diferencias entre lo que nos pertenece y lo que pertenece a los otros tienden a atenuarse o a suprimirse.
A esta circunstancia de incorporar en nuestro ser lo ajeno ayuda el hecho de que la propiedad intelectual trata de algo que tiene que ver con todos nosotros. Es decir, aunque obviamente el autor es el creador, otro ser humano es susceptible de poder apreciarlo ya que la universalidad es una de las características del elemento artístico e intelectual. Esta universalidad, hace que en cierto modo el elemento a plagiar lo podamos percibir como una forma de pertenencia propia, y aquí es cuando si la moralidad o el discernimiento no se encuentran en una madurez suficiente se piense, o mejor dicho se sienta, que es justificado presentarlo como nuestro.
Una vez asimilada esta parte la mentira sigue trabajando para suturar los cabos sueltos de la nueva realidad creada. El objeto creado y su nuevo creador pasan a ser uno y el mundo se modela desde esta perspectiva. Como la mentira es lo que ayuda a conformar esta realidad fácilmente se puede a acabar olvidando que el elemento sustraído en realidad nunca nos perteneció estrictamente a nosotros, sino que, por ejemplo, ha sido una simple casualidad que lo hayamos visto primero en otro sitio porque en el fondo uno mismo lo podría haber creado antes o después. Con esta u otras racionalizaciones el plagiador crea una nueva realidad a su medida, su propia realidad, y se postula en el lugar que le parece apropiado para él.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios no aparecen inmediatamente ya que están moderados.