El simbolismo del traje moderno occidental

Las prendas de vestir, que tuvieron como primera finalidad la del abrigo, no terminan sus objetivos en lo primordial. Una vez que se resuelve esta primera parte aparecen otras funciones distintas a lo que es básico. La ropa puede ser una forma de demostrar nuestra situación social, de posicionarnos en una ideología, o incluso un elemento de expresión personal. Mediante la elección de colores, formas, tamaños,… podemos buscar algo que satisfaga nuestra mente además de las necesidades básicas de nuestro cuerpo.
Aunque el tema del simbolismo de la ropa es complejo y muy amplio me gustaría centrarme en el traje masculino porque en él se pueden precisar más fácilmente algunas de sus características. La ropa femenina está mucho más sujeta a la fantasía y a la variabilidad, ello hace algo más complicado establecer unos patrones generales que permitan descubrir las ideas subyacentes encubiertas. También hay que matizar que circunscribirse únicamente a esta parte no hace que sus elementos sean absolutos. Si bien hay una serie de elementos que se presentan con generalidad en el traje masculino occidental también es cierto que, a través de las modas, esos elementos han pasado incluso a ser usados por el otro sexo. Sin embargo, en el otro sexo adquieren otros significados al ir asociados a otros valores. Recordemos que una característica básica del objeto simbólico es que tiene más de un significado.
Teniendo en cuenta que el traje se presenta como un “pack”, es decir un conjunto que admite pocas variaciones, podemos fijarnos en algunos de sus elementos comunes atendiendo a su capacidad simbólica.
La corbata es uno de estos elementos comunes que llama más la atención. Es la prenda que más alejada está de la función original de la vestimenta, o lo que es lo mismo el abrigo, y en ella sólo pueden verse ya funciones no primordiales. Que haya sido usada principal y casi exclusivamente por los hombres es un elemento que delata su connotación sexual. Su parecido con el falo masculino puede ser otra guía que nos lleve a comprender que sea una prolongación de éste. Al igual que con otras prendas de vestir, mediante la corbata y a través de las convenciones sociales en las que se desarrolla esta prenda, el hombre expresa cómo quiere presentarse ante las demás personas y como los demás pueden tener a primera vista una opinión de este hombre. El camino es el estético. Es decir, el mensaje va cifrado de tal forma que emisor y receptor no necesitan reflexionar sobre su significado. Simplemente se remite al criterio de lo agradable o lo desagradable para hacer valoraciones rápidas y adoptar las decisiones en consecuencia. Esto proporciona un medio de interacción social cómodo y rápido. Es necesario resaltar que la representación fálica ha de ser entendida aquí fundamentalmente por lo que tiene que ver con las capacidades asociadas más habitualmente al carácter masculino (penetración en la realidad, discernimiento lógico, etc… ), más que por una representación directa del propio falo.
Las hombreras constituyen otro elemento común en el traje masculino occidental. Aunque, como anteriormente se preveía, también pueden ser utilizadas en el traje femenino, su significado en el masculino es otro. Aquí el objetivo fundamental es el de representar la fuerza. Recordemos que el poder, o lo que es lo mismo la fuerza, es una de las ansias dominantes de realización en el género masculino. Un hecho que lo pone de relieve es el de las preferencias sexuales más habituales del sexo opuesto. Mientras que los hombres suelen preferir mujeres que consideren guapas, las mujeres tienden a buscar hombres que sean ricos (o lo que es lo mismo fuertes-poderosos). Naturalmente este criterio así presentado es superficial pero precisamente por eso muestra más claramente las intenciones de los instintos. Existen también otros esquemas menos superficiales que son prolongaciones de esta relación instintual en el este mismo esquema belleza-poder. Por ejemplo, podría darse el caso de que la fuerza-poder que buscase una mujer estuviese en la inteligencia y que la belleza que buscase el hombre estuviese en una percepción estética de lo femenino en lugar de un simple gusto sexual. Me gustaría dejar claro que estas descripciones de las distintas cualidades de los sexos son únicamente polaridades hacia las que se tiende. No se trata de buscar mejores ni peores, sino de distinto pero a la vez igual de importante.
Las funciones no primordiales de la vestimenta, y en este caso particular del traje, son mucho más amplias y complejas pero no por ello son incomprensibles o inalcanzables. Mientras tanto podemos ir reflexionando sobre aquel dicho de que “el hábito no hace al monje”. Porque es verdad que lo que uno es no puede provenir de su vestimenta, sino que en todo caso ésta puede contribuir a la expresión de lo que ya ha alcanzado, pero también es cierto que mediante las ropas nos podemos presentar a nosotros mismos y ante los demás como lo que no somos y nos gustaría ser. Piénsese en un hombre fofo e incapaz. Un buen traje puede realzar su figura hasta que parezca lo que no es, físicamente fuerte y a la vez diligente.

3 comentarios:

ScrinS dijo...

Curioso, es interesante.

Abrazos

Ricardo dijo...

El tema es interesante y daría para mucho más.

Gracias y saludos.

Ricardo dijo...

Me alegro de poder coincidir en esto.

Gracias por el apoyo y saludos

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