El sentido y la finalidad del arte

Las expresiones artísticas no suelen estar demasiado cuestionadas. La actitud general que tenemos hacia ellas es pasiva, consistiendo fundamentalmente en abandonarnos en sus manos para disfrutar lo más posible. Además las situamos en el pedestal de lo sublime sin una reflexión concienzuda, lo que hace que su estatus quede notablemente perjudicado. Sin embargo debe de llegar un momento en el que nos preguntemos sobre el significado de este proceso y hacia dónde nos lleva. Esta reflexión no es más que una forma de perseguir un mínimo de soberanía sobre nosotros mismos y así dejar de ser únicamente unas víctimas pasivas de algo que apenas podemos controlar.
El arte es algo que no hemos concebido, nos encontramos las reglas del juego hechas y si somos conscientes de un mínimo de dudas sobre este proceso (las cartesianas, por ejemplo) deberemos de interrogarnos sobre su sentido y si nos puede ser conveniente jugar bajo esas reglas. Se puede tomar como primera guía de inspección la concepción del arte al modo Aristotélico, es decir como catarsis.
Para Aristóteles en el arte se purgan nuestras penas. El mismo vocablo ex-presar tiene el significado de liberar, es decir dejar salir lo que llevamos en nuestro ser para que al contemplarlo en el exterior nos purguemos y podamos comprender su significado. En este proceso vuelve a quedar patente nuestro papel pasivo o de víctima. Únicamente tenemos un estrecho margen de decisión sobre lo que puede ser expresado y sólo podemos revelarnos a expresarlo o a hacer pequeñas variaciones dentro del contenido a expresar.
Si el arte es una catarsis de las penas habría que pensar en las consecuencias y el significado de esta purgación. A primera vista podría pensarse que es positiva para el equilibrio psicológico del individuo. Hay muchos artistas que hubiesen tenido serios problemas de salud mental si no hubiesen podido dar rienda suelta a sus necesidades expresivas y, de la misma forma, hay muchos otros que no sabiendo canalizar estos problemas a través del arte han terminado dominados por el odio (Hitler, por ejemplo) dirigiendo su vida en una actitud necrófila.
Pero la salud psicológica es sólo una punta del iceberg de los interrogantes sobre la función del arte. Incluso podría ser completamente insignificante, porque si el arte es necesario para recobrar el equilibrio psicológico quizás lo mejor sería eliminar las causas que lo trastornan. Siempre es mejor no tener un grano que tenerlo por el placer de rascarlo. Es más, si lo atractivo del arte hace que nos olvidemos de reflexionar no hay entonces mejor forma de que se vuelvan a generar los mismos problemas psicológicos en otras personas. Entonces el arte se vuelve hostil contra el ser humano, le oculta sus verdaderos problemas y le coloca delante algo agradable en lo que distraer la atención.
Dejando para otro momento los problemas de este último apartado (que como se ve son muchos) podemos reflexionar sobre la finalidad. Es decir, una vez que estamos poseídos por las musas deberíamos de saber a dónde nos llevan éstas o si nos interesa ir. ¿Podría ser el arte una finalidad en sí misma?. En cierto modo si y en cierto modo no. Podría no serlo porque, como está citado antes, el no usar la razón puede llevar a repetir los mismos errores, con lo que circunscribirse únicamente al arte no dejaría de ser otra cosa que el juego en el que el gato que se muerde la cola en un constante e infinito girar. Podría también serlo porque si comprenderse es leer en nosotros mismos y si nuestro “libro” está hecho primordialmente de algo susceptible de ser expresado artísticamente no tenemos otro camino por el que circular.
Aunque ya se ve que el problema es más amplio, para buscar delimitar la cuestión supongamos que nuestro “libro” es exclusivamente susceptible de ser expresado artísticamente. ¿A qué podemos aspirar únicamente mediante el camino de la expresión? ¿Quizás a comprendernos a nosotros mismos después de expresar todo lo que llevemos dentro? Un primer problema que aparece es el que, como dice el lema de Hipócrates, “Ars longa, vita brevis”. Tenemos una vida muy corta para profundizar en lo que parece un pozo sin fondo así que parece que nuestro destino por este camino no es otro que el fracaso. Quizás sería mejor contemplarlo desde otro punto de vista, quizás este destino nos es un imposible (expresar todo el contenido). Entonces la dignidad se nos puede mostrar como un concepto superior que sea necesario invocar aquí. Sabemos que no tendremos el tiempo suficiente pero podemos acercarnos lo más posible hacia nosotros mismos hasta el último momento. Esa sería una forma de encontrar dignidad en una batalla perdida de antemano.
Las utopías y los ideales buscan metas irrealizables que sólo existen en la imaginación pero que es lícito perseguir. Hay un verso que dice: "LLegará un día en el que los corazones puedan volar". Quizás la catarsis termine siendo en toda su extensión una utopía en la que se alcance la puerta que debemos de cruzar y tras la que estamos nosotros mismos.

1 comentarios:

ScrinS dijo...

Podría ser el arte la única fórmula para elevarnos sobre nuestra condición?

Un abrazo

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