Un problema que hace imposible la utopía social

Aunque es cierto que el propio concepto de utopía ya hace suponer la inevitable aparición de problemas, existe además una contradicción claramente definida bajo la que tristemente no es posible una utopía social. Esto es así porque en toda sociedad resulta necesario que existan opresores y oprimidos, ya que los primeros son fundamento de los segundos.
El problema parte de que el proceso de sensibilización de la persona, que a la postre será el origen del conocimiento intelectual o de la percepción artística, se realiza fundamentalmente porque algo o alguien ha violentado su humanidad y sólo secundariamente se consigue de forma imitativa. Intentaré explicarme.
Si tomamos como ejemplo a un grupo destacado de intelectuales y artistas veremos que, al observar en sus biografías, han desarrollado aquello que han aprendido imitativamente (generalmente de los padres) y/o lo que han forjado como respuesta a lo que podría llamarse fruto de una agresión externa. Dependiendo de en dónde llegue a incidir esta agresión así elaborará el individuo su respuesta. Sucede que se puede comprobar estadísticamente que con frecuencia el mayor grado de virtud en una disciplina se logra en personas que se encuentran bajo el último requisito. Buscando ejemplos podremos encontrar infinidad de intelectuales o artistas que han llegado “más lejos” debido a que el origen de sus inquietudes se encuentra en este “haber sido violentados”. Así tenemos, por ejemplo, al escritor Martin Amis que demuestra ser partícipe de los violentados con la publicación de escritos destinados casi exclusivamente a refutar la postura de su padre (la autobiografía “Experience”). En este caso, y si consideramos la faceta intelectual, también podría decirse que la violentación va unida a la faceta imitativa. En idénticas circunstancias podremos encontrar a infinidad de músicos. Entre ellos es relativamente frecuente que inicien a sus hijos en la música a una edad temprana. Siendo éste un factor importante para que el niño logre un nivel alto de virtuosismo resulta insuficiente para llegar a esta meta si hay que hacerlo únicamente por el camino imitativo (por ejemplo imitando a los padres con algún instrumento). Por el contrario resulta más efectivo el estímulo si además el niño se ha sentido violentado en su ser de alguna manera. En el primer caso se podrían encontrar infinidad de hijos de grandes músicos que, pese a la pretensión de sus padres de que llegasen a ser igual de virtuosos que ellos, han terminado en un nivel inferior o directamente no han sentido un mínimo de genuino interés. Bajo el segundo caso podríamos encontrar, por citar alguien reconocido, a Mozart. ¿Qué sería de Mozart sin la precocidad?, ¿qué sería de Mozart sin la temprana imitación paterna?, pero sobre todo, ¿qué sería de Mozart sin las tremendas palizas que recibió de su padre y que, entre otros lugares, plasmó en “Don Giovanni”?
Por supuesto con todo esto no estoy proponiendo que haya que infringir palizas a un niño para que tenga posibilidades de ser un gran músico o que haya que retenerlo una larga temporada en la cama para que sea un gran pintor (Toulouse-Lautrec, Frida Kahlo y otros innumerables casos de pintores se encuentran bajo esta circunstancia que parece ser clave para sus respectivos desarrollos de la sensibilidad pictórica). Mi opción pedagógica (por denominarla de alguna forma) se basa en que el niño debe de ser violentado en su ser de forma “natural”. Es decir, bajo ningún concepto se le puede infringir sufrimiento deliberado y gratuito. Como ya he descrito anteriormente esta agresión externa debe de proceder de no ocultar las injusticias y miserias que ya existen en el mundo. En cuanto a esto se podría decir que las nuevas generaciones supondrían el intento de rectificar las equivocaciones de las anteriores.
Aquí se hace necesario retomar el principio de este artículo y comprender que es ineludible la existencia del bando de los oprimidos y el bando de los opresores. Son los opresores los que en última instancia estimularán la sensibilidad de los oprimidos y los conformarán. Individualizando lo anterior se podría decir que los oprimidos surgen como el mecanismo de la historia de la humanidad que intenta subsanar lo que los opresores establecen como negado, pero esta confrontación dialéctica es necesariamente constante ya que sin los unos no hay los otros.
Las utopías son tan humanas y legítimas como la esperanza humana pero si en una utopía es necesario que todo el mundo se realice como persona ineludiblemente está destinada al fracaso. En el mejor de los casos podría esperarse que la proporción de opresores y de personas no realizadas se redujese al mínimo pero inevitablemente la utopía aspira a más.

3 comentarios:

Kalia dijo...

Es probablemente en esa dialéctica que apuntas entre lo deseable y lo probable, entre la idea y su sombra, entre el amo y el esclavo como se desarrolla la Vida, la Historia y el Mundo. Y el arte está ahí, en el abismo: entre el ser y su negación, entre el deseo y su sublimación. No es la facilidad lo que preside las grandes cosas, ni la educación consentidora puede llegar a formar hombres y mujeres libres y responsables. La frustración y su superación es el acicate de los que alcanzan cuotas más altas que el resto; pero siempre que esté bien encauzada y se supere, siempre que no convierta al que la sufre en un ser castrado, inseguro, servil y lleno de miedos.

Saludos cordiales.

L.N.J. dijo...

Interesante perfil y artículo. Hay tantas variables como personas. Y en las personas tantas formas de ser y estar como deseemos alcanzar o disfrutar...
Pero curioso que empieza con " Un problema ".

! Ayyy, los humanos !.

Saludos.

Abagnale dijo...

Muy interesante artículo. Enhorabuena

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