¿Cómo realizar una utopía si es necesario que existan verdugos y víctimas?

Es evidente que la vida en sociedad de las personas no ha sido nunca la idónea. Cuando se ha pensado en un ideal humanista de sociedad se ha buscado algún tipo de modelo en el que todos los hombres puedan vivir en unas condiciones óptimas en cuanto a su propia vida y en cuanto a lo armonioso de las relaciones con sus congéneres y su entorno. Sin embargo persiste un problema básico (y posiblemente irresoluble) que siempre se ha dejado de lado, el de las motivaciones individuales.
Está generalmente aceptado que la educación es un medio fundamental para el desarrollo personal y el desarrollo personal es un requisito básico para que pueda existir la vida en comunidad. El problema en esta cadena aparece al principio ya que lo importante es saber preguntarse sobre qué es lo que es necesario para que exista una verdadera educación.
De la misma forma que leer un libro no deja de ser una forma de leerse a uno mismo (si no hay nada que “leer” en nuestro interior tampoco tendrá sentido lo que leamos en el libro de otro), la verdadera formación de una persona no deja de ser nada más que la realización de una serie de ideas o sentimientos que cada uno alberga de forma única en su interior. Desde estas premisas no nos queda otra que interrogarnos sobre cómo llegan a arraigarse estas ideas y sentimientos específicos en una persona concreta.
Es obvio que, como se ha hablado anteriormente en este blog, en muchas ocasiones el conocimiento procede directamente del sufrimiento. Aunque no es prudente descartar la relevancia de otros caminos (condicionantes genéticos, etc…) podría decirse que se podrían simplificar los esfuerzos culturales del ser humano a lo largo de la historia como un intento de resolver algún tipo de genuina insatisfacción. Es más, hasta me atrevería a decir que si no existe una insatisfacción previa no existe un verdadero desarrollo cultural.
Teniendo en cuenta que el sufrimiento que reciben los individuos (en el sentido de capacidad creadora que es mencionado antes) procede por regla habitual de las injusticias ya existentes en la sociedad sería factible pensar que si no existiesen esas injusticias no podrían germinar en un individuo unos ideales que pudiese tomar como meta, una insatisfacción que perfilase el desarrollo personal de ese individuo concreto. Naturalmente en este apartado se pasa por encima sobre distintos conceptos que necesitarían mayores explicaciones (¿qué puede ser considerado como injusticia?, ¿en qué grado es percibida una injusticia?, …), aún así no pienso que la idea central vaya desencaminada.
A estas alturas comienza a vislumbrarse con más claridad el problema fundamental que se pretende enunciar aquí y que podría resumirse en un interrogante. Si un ideal social humanístico pretende el desarrollo de TODAS las personas de esa sociedad… ¿Cómo puede hacerse esto si es necesario que existan personas que generen injusticias para que otras puedan ocuparse en resolverlas?. Secundariamente lo irresoluble de este problema obliga a la existencia de dos grupos de individuos, los agresores y las víctimas.

1 comentarios:

Naima dijo...

Qué interesante es el problema que planteas. A mí siempre me ha llamado la atención que, por ejemplo, las situaciones de represión política son las que generan mayor conciencia de la injusticia y, por ello, mayor activismo político, pero también mayor creatividad. También es cierto que, incluso en un mundo idílico, surgiría el sufrimiento individual en diversas formas: enfermedad, inferioridad física, o, simplemente, tendencia a la depresión o a la melancolía. Aunque existe un halo romántico en este sentido, yo sí creo que es necesario algo de sufrimiento del tipo que sea, para abocarnos a la reflexión, la creación artística o la lucha por la mejora de las cosas.
Un saludo.

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