El pensamiento tiene su origen en el sentimiento

No deja de sorprenderme que siempre se busque un consenso racional, como si la razón fuese una y única. Se hacen amplios debates basándose en lo que es racional, que sería para este caso el supuesto terreno firme, y se piensa que se podrá llegar a conclusiones de carácter absoluto. Desde luego esto no suele pasar.
Es verdad que se pueden entender la razón como lógica y, desde axiomas como el principio de no contradicción, buscar pensamientos consistentes, pero eso no es un modo de trabajo que resulte definitivo. Si observamos desde el punto de vista lógico los sistemas de los grandes filósofos de la historia (Husserl, Plotino, etc...) veremos como siempre suele quedar algún apartado que no puede ser justificado desde este punto de vista racional. Se podría hacer un lista inmensa de pensadores que, pese a los inmensos esfuerzos que hicieron a lo largo de su vida, no consiguieron crear un sistema filosófico que resistiese completamente todos los problemas a los que la razón les podía poner a prueba. Sin embargo no hay olvidar que esto no les resta valía, y de hecho por este motivo se siguen estudiando hoy en día aunque tengan fisuras racionales más o menos graves.
Schopenhauer y Leibniz jamás podrían ponerse de acuerdo porque lo que para el primero es el peor de los mundos posibles para el segundo es el mejor de los mundos posibles. Desde estos puntos de partida es predecible suponer que se terminará llegando a conclusiones que fácilmente son opuestas. ¿Cómo puede ser posible tanta divergencia sobre un mismo tema y, sin embargo, hacer que ambos pensamientos tengan un valor filosófico? Por algo que comúnmente se olvida, se suele olvidar que se piensa como se siente y son muchas menos las veces en el que el proceso es a la inversa. Por lo tanto podríamos decir que, aún siendo paradójico para un mundo supuestamente regido por una única razón, cada persona tiene una forma de sentir la existencia y después podrá buscar desarrollar o racionalizar ese sentimiento dentro de un sistema filosófico que se presente de una forma que sea lo más racional posible.
Si caemos en la cuenta de que la razón es sólo una máscara para un sentimiento sobre la existencia veremos que desde aquí las cosas cambian bastante. Pensando en las consecuencias podríamos ver como, para empezar, la razón pierde la supremacía universal regidora de todo pensamiento. El pensamiento tendría valor en sí y sería sólo secundario la validez que se le pudiese encontrar bajo la perspectiva de la razón. Por otra parte comprenderíamos que en muchas discusiones (por no decir todas) es imposible llegar a un consenso racional absoluto porque como obviamente no hay dos personas que sientan exactamente de la misma manera tampoco hay dos personas que piensen de la misma manera, con lo que los debates quedan reducidos a que en última instancia sea imposible alcanzar un consenso global.
Visto que un razonamiento no deja de ser más que la prolongación de un sentimiento, y no simplemente algo absoluto en sí, quizás sería el momento de prestar atención al camino inverso. Es decir, en vez de razonar conforme nos manda un sentimiento habría que intentar comprender qué es ese sentimiento y cómo podríamos saber su origen. Evidentemente una dirección no invalida la otra, simplemente se hace necesario prestar atención en ambos sentidos y comprender que el sentido habitual, el de la racionalización, no deja de ser una expresión personal de un ser humano. Como tal tiene la característica de ser universal pero, al mismo tiempo y en cierto modo, es única y particular de ese individuo. Por eso quedarse solamente aquí no sirve nada más que para dicho individuo.

5 comentarios:

Naima dijo...

Tu pensamiento se confirma con lo que dice Schopenhauer: según él, la razón es posterior a y esclava de la voluntad. La voluntad utiliza a la razón para hacer más eficaces sus necesidades, para comunicarlas, etc.
Afirmar la primacia en la naturaleza humana del sentimiento sobre la razón sería por otra parte ir contra lo teoría y la clínica de la hoy tan en boga psicología cognitiva. Y supondría, por tanto, también, recuperar el valor de la corriente psicoanalítica.
Saludos

rif dijo...

Te agradezco que hayas encontrado la conexión, si te soy sincero yo no me había dado cuenta cuando lo escribí. Me gustaría verlo como una feliz coincidencia en vez de como un plagio inconsciente. Al menos me queda de consuelo que no recordaba mucho de este apartado de Schopenhauer. jeje Aún así no comulgo del todo con la idea que tiene de la "voluntad".

Me alegro mucho de que lo asocies con la psicología. Por eso buscaba comentar que el camino es necesario hacerlo en las dos direcciones. Quizás si Thomas Hobbes se hubiese hecho (por ejemplo) unas cuantas sesiones de psicoanálisis hubiese caído en la cuenta de las verdaderas razones que le llevaban a defender el despotismo de esa forma.

Saludos.

Kalia dijo...

Muy intersante la apreciación. Yo me atrevería a extender al terreno de la moral úna conexión inversa similar: he llegado a la conclusión de que tendemos a pensar de acuerdo a cómo vivimos, y no a vivir de acuerdo con lo que pensamos. Así justificamos racionalmente (o ideológicamente) una conducta moral. Esto debe de ser muy sano desde el punto de vista del equilibrio del sujeto, así que no seré yo quien lo cuestione.

Creo, por otra parte, que la mayor parte de los filósosfos han sido conscientes de cuál ha sido su territorio: la zona racional del pensamiento. Pero muchos han dado por supuesto la existencia de otro territorio meta-racional inabarcable y solo intuible como reflejo.

Un placer el reencuentro.

Ricardo dijo...

No había caído en dar una vuelta de tuerca más a lo anterior y alcanzar la posición a la que has llegado pero es verdad.

Aunque la idea es buena siempre me ha parecido una falacia lo que representa la frase "hablando se entiende la gente". En realidad, en muchas ocasiones, no hay nada más que un "diálogo de besugos" porque en el fondo nadie está dispuesto a cambiar la posición que mantenía con anterioridad.

Más que sano yo diría que es tranquilizador. Si a cada poco tuviésemos que cuestionarnos los cimientos de nuestras creencias acabaríamos medio locos, o quizás del todo. Feliz, o más bien tristemente, nuestros prejuicios acuden al rescate y nos libran de caer en serios problemas personales.

Encantado de poder volver a saludarte.

Un abrazo.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO dijo...

Hola de nuevo, Ricardo

Estoy de acuerdo contigo en el origen del pensamiento. Ahora bien, el discurso del pensamiento no es una dialéctica que progrese a merced de cada cuál. Su arbitrio está dado, no es neutro, sino que está, principalmente, predispuesto; su elección, contrariamente a lo que piensa una mente propia, está dictado (*).

Los pensamientos, siguiendo lo que te dije ayer, no son entes propios que aniden en una interioridad existencial; se trata de un propio imposible. De hecho, la deuda sensible que insistentemente se olvida facilita la ampliación del pensamiento y, de paso, actúa como su soporte. ¿Cómo no íbamos a olvidar lo que está justamente ahí, delante nuestras mentes, si pensásemos con ideas sustancialmente distintas?. El olvido permite la máxima confianza en la experiencia con tanta facilidad que su intuición problemática pasa del todo desapercibida. La experiencia de una conciencia problemática, por el contrario, va más allá cuestionando el discurso desde el origen, esto es, pensando de nuevo lo mismo de manera distinta, cabalmente, un pensamiento distante. En todo caso, no acepto ni la idea de un retorno infinito ni la de una distancia sustancial, que son básicamente lo mismo, una idea enteramente especulativa.

No puedo ocultar que tengo muy presentes las ideas de Nietzsche al respecto, tanto que son, en buena medida, lo que critico: a) las propensiones indiferenciadas, y b) el abismo moral a partir del que cada mente es un mundo aparte y una distancia íntima.

(*) Esta es una idea muy problemática en la que la física de la mente limita con la fenomenología. Según la física de la mente, siempre habrá una indeterminación; según mi parecer, la indeterminación de la mente ha de estar, principalmente, determinada. No obstante, puede ser que el carácter más importante de la conciencia, sustancialmente hablando, sea una modificación interna y de sustancia. Es lo que pensaron, ciertamente y con fondo, los grandes fenomenólogos (Kant, Hegel, Schopenhauer, Peirce, Husserl, etc.); por el contrario, no conozco a un solo físico de la mente que tenga una idea de la mente de importancia sustancial.

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